El otro día, dando un paseo, recordé que cuando era pequeña e iba al colegio, pasaba malos ratos viendo las absurdas peleas de mis compañeros por cosas insignificantes y sin sentido. Mi consuelo residía en pensar que cuando me hiciese mayor no me vería en tales situaciones, porque maduraría y me llenaría de sabiduría. Mi sorpresa hoy día es ver que, pese a todo, seguimos siendo colegiales, pero simplemente no llevamos bata y nuestro patio de recreo es mucho más grande.